viernes, 25 de julio de 2008

La solución en sus pies.® (revisado)


Dave estaba desesperado. Todo le salía mal y no podía quitarse de la cabeza, que había perdido lo que más quería… y que era demasiado tarde para enmendarlo.
—¡No vuelvas hasta que cambies! — le había escupido a la cara. Algo que ahora veía imposible. Sin embargo, no siempre fue así.
Por unos momentos recordó con dolor otros tiempos más felices, y el tormento fue aun mayor. Sintió como agujas incandescentes en su corazón y no encontraba mejor solución que acabar con todo de una maldita vez. Estaba decidido... si reunía las fuerzas para ello; esa misma noche, Dave pasaría a la historia.
Se inyectó una pequeña dosis de valía bañada en miserable autoconvencimiento, y evitando pensar demasiado en lo que dejaba atrás, huyó del sucio cuartucho que tenía alquilado desde que Sarah lo había echado de su propia casa.
Casi sin respirar, se dirigió al majestuoso puente que separaba la ciudad con lo demás, un orgullo local y la última parada de su paupérrima existencia. Pensaba en su vida antes de… y creyó apreciar algo en su interior que parecía empujarlo a recapacitar, tan fuerte que detuvo en seco sus pasos creyendo que alguien le gritaba. Pero estaba solo, era tarde y hacía frío, además ¿quién le iba gritar a él? Dave, el sin amigos, el sin trabajo, el sin… familia, pura escoria.
— No seas necio Dave, ¿no sabes que todo tiene solución? —. Volvió a oír otra vez.
Rápidamente se giró hacía un lado, hacia el otro, pero seguía solo. ¿Se estaba volviendo loco?... o más bien… seguro… era la llamada de aquel vicio estúpido que le había arruinado la vida.
—¡No! —. Estaba totalmente decidido, había llegado su hora. Se palpó en el bolsillo del abrigo y al tacto de algo que abultaba, sonrió tristemente. — Aquí estás viejo amigo, tu la harás callar .
Con dificultad, sacó la pequeña botella y empinándola sobre su cara, dejó caer el whisky más barato que había podido encontrar. Sin embargo funcionaba, no solo le hacía olvidar, sino que además mitigaba aquel frío que le tullía los huesos. Apuró el resto, y cuando la hubo vaciado del todo, la lanzó lo más lejos posible oyéndose un distante estallido de vidrios rotos.
— Pronto acabará todo.
No tardó mucho en divisar el puente Richmountain, una de las maravillas del estado, y el lugar ideal para dejarse caer, hablando de forma literal. Y es que no solo era famoso por su impresionante altura, si no por que se hallaba sobre uno de los ríos con más fuerza de todo el país. Si no se mataba con el golpe seguro que acabaría ahogado, todo un consuelo.
Se detuvo a escasos metros de la majestuosa infraestructura pensando en como debía proceder, calculando, previendo, tan ensimismado que no se había percatado que se encontraba parado en medio de la carretera, cuando un estruendoso claxon lo devolvió a la realidad. ¡uff, había estado cerca!.
Dolorido logró reincorporarse, y lentamente se apartó de la carretera hasta llegar a una pequeña acera donde se sentó para descansar un poco. De todas formas el puente no se movería de allí, al menos durante aquel rato. Sonrió.
Tenía ganas de fumarse un pitillo y lamentó no llevar papel para hacerse uno. Sacó de su bolsillo superior la bolsa que contenía el tabaco desmenuzado, mientras suspiraba anhelando más que nunca poder fumar aquella última vez. Entonces una brillante idea se cruzó por su mente, y con una mueca divertida, sacó un pequeño librito que había encontrado en la mesita de noche de la habitación en la que residía y lo abrió. Era un nuevo testamente de esos que Los Gedeones van dejando por los hoteles, hospitales, cuarteles, etc. ... — ¡Que oportuno! — pensó.
Con suavidad, tocó cada una de las hojas preguntándose si a alguien le importaría aquello... — ¿Y por qué no? —. Que más daba, pronto terminaría todo. Arrancó una hoja con decisión, se guardó el resto, y con la maestría de aquel que había hecho aquello muchas veces, se preparó un cigarro... un grandioso y enorme cigarrillo. Ya tenía la llama del mechero encendida cuando una delicada voz lo distrajo de lo que se proponía hacer.
— ¿Se encuentra usted bien?... ¿Le ha hecho daño aquel coche?.
Dave se giro sin levantarse, y no pudo distinguir quién le hablaba. La luz de la farola lo tenía deslumbrado, pero la voz le sonó gastada.
— Esto... — balbuceó — no... no... digo… si estoy bien, gracias.
Dave sonrió lastimosamente. Lo cierto es que no estaba nada bien, pero ¿a quién se lo iba a decir?. La persona avanzó un poco, y Dave agradeció que ya pudiera ver su rostro. Efectivamente era una anciana.
— Lo he visto todo desde mi ventana, ahí arriba — dijo señalando el piso superior del pequeño edificio que tenían a su espalda — pero estoy mayor y he tardado un poco en bajar. ¿Seguro que se encuentra bien?.
Dave tardó unos segundos en asentir. De una manera extrañamente desconcertante, aquella mujer denotaba sinceridad en sus palabras, y eso era una sorpresa para los tiempos que vivían.
— No, no me encuentro bien.
Dave se llevó rápidamente la mano a la boca. —¿Por que había dicho aquello? —. Parecía de locos, pero su boca había tomado la determinación de ir por libre. El no quería haber dicho eso, ¿a quién le importaba como se encontraba?. Debía rectificar... ipso facto. Nuevamente abrió la boca para retractarse de lo dicho.
— Mi vida es un caos .
¿Quién había dicho eso?. Dave lo había oído de su propia boca, sonaba como su voz, pero él no había hablado, ¿por que narices su boca no le obedecía?. Aquella sensación no le gustaba y pensó que era mejor callar.
La abuelita lo miro con compasión, y Dave lo percibió. Se sentía desprotegido, indefenso, intimidado... pero ¿por que?, ¿sería que aquella apocada anciana le daba miedo?. Dave comenzó a temblar. La anciana sonrió aun más, y con una voz dulce pero firme, habló.
— Venga conmigo joven. Le serviré una taza de té bien caliente, eso lo reanimará.
Más que desconcertado, Dave se sentía aturdido. Lentamente comenzó a reincorporarse, y como un niño recriminado la siguió sin rechistar hacia el interior del edificio.
El apartamento no era muy grande, pero tampoco pequeño. Dave se detuvo frente a un impresionante cuadro que inundaba la pared del salón. En él la cabeza de un león se alzaba triunfante sobre una cosecha preparada para la siega.
— ¿Le gusta?.
Dave se giró con rapidez y asintió sin poder ocultar que extrañamente se sentía avergonzado. — Si. Es…— Optó por callar al no encontrar el adjetivo.
—¿Majestuoso?.
Dave volvió a asentir sin apartar la mirada del cuadro, y la abuela sonrió mientras dejaba la bandeja sobre una pequeña mesa en el lateral de la habitación.
—Es un cuadro que me regaló un importante pintor. El león representa a nuestro Señor Jesucristo, y la cosecha, un mundo preparado para conocerle.
—Dave, mostró una sonrisa forzada. Nunca le interesó demasiado la religión, pero ofenderla era lo último que querría hacer en ese momento.
Mientras la anciana servía el te, Dave se fijó detenidamente en la cantidad de libros que tenía la mujer en toda la sala, y en el impresionante orden que se manifestaba en todos ellos. Estaban catalogados en cada estante por categorías, categorías identificadas por pequeños cartelitos, luego por tamaños, de mayor a menor.
— ¿Los ha leído todos?.
La anciana miró hacía lo que consideraba sus preciados tesoros, y Dave creyó ver en sus ojos un pequeño brillo.
—Es una de las pocas cosas que se puede hacer a mi edad, cuando el tiempo no acompaña ¿no cree?.
Dave no contestó. Un gran Biblia se apostaba en una de las estanterías de forma llamativa, y recordando lo que estuvo a punto de hacer antes de que la anciana lo interrumpiera, se avergonzó.
— ¿Azúcar?.
Dave volvió a la realidad, y acercándose a la mesa arrimó la taza hacía la anciana que con delicadeza le sirvió un terrón. Esperó a que la mujer tomara su lugar antes de dar un primer sorbo.
— No ha sido fácil su vida. ¿No es cierto?.
Dave se sorprendió de la franqueza de la dulce mujer, y extrañado de no sentirse incómodo, percibió un intenso bienestar que había demasiado que no experimentaba. Conmovido, agachó la cabeza a la vez que suspiró profundamente.
— Lo cierto... — habló empotrándose contra las palabras — lo cierto, es que
no.
Continuará.